Hace algunos años, escribí lo que luego me dijeron que era un “oxímoron”, para ser sincero no sabía que existía esa palabra. El oxímoron era:
“Un niño deja de aprender cuando le empezamos a enseñar”
Años después de haber escrito esa frase… sigo pensando igual y, a decir verdad, más convencido que en aquel momento. No quiero, ni debo, opinar sobre educación en general, aunque sí creo tener cierto derecho en lo que respecta a la enseñanza y entrenamiento del tenis.
Desde hace muchos, pero muchos años, veo y sobre todo escucho a entrenadores que no paran de hablar durante los entrenamientos y/o partidos, acerca de lo que está bien, o lo que está mal. Las correcciones son permanentes y en consecuencia, el jugador evoluciona esperando el feedback del entrenador en vez de aprender a escuchar el propio. Con el tiempo, el jugador está totalmente sordo a su propio feedback y busca respuestas y aprobación externa. Una gran mayoría de estos jugadores se convierten en jugadores inseguros, dependientes e inestables.
Pero a muchos les funciona, hay muchos ejemplos de eso, pero ¿es un buen modelo? ¿Es justo para el jugador? ¿respeta la identidad del jugador? ¿es un modelo que se ajusta al momento que vivimos? Personalmente no lo creo, aunque respeto cualquier opinión.
En el blog anterior escribí acerca de la necesidad de aceptar el error, el “Buen Error”, como factor determinante para el aprendizaje y el desarrollo del jugador. Mas allá de la aceptación del “Buen Error” hay otro factor que considero de extrema importancia y es el hecho de dar espacio y tiempo para que el jugador descubra una nueva solución a través del error. Dejar y respetar el espacio vital del jugador, darle y crearle oportunidades para que encuentre soluciones y simplemente quedarse callado y observar, sobre todo observar y vigilar el proceso. ¿Qué significa vigilar? Para mí, significa preguntar, preguntar, preguntar y preguntar… sin juicios, indicaciones o consejos, preguntas.
“No hay mejor consejo que una buena pregunta”
Con preguntas, invitas a la persona a escuchar “SU” feedback y a buscar una respuesta, “SU” respuesta, la que puede manejar en ese momento y eso no significa que sea la única o última respuesta a esa situación. Si la respuesta no es la buscada, entonces cambias la pregunta. Pero ¿Qué tipo de preguntas? Personalmente divido las preguntas en dos grupos, las explicitas y las implícitas. Las explícitas, que son directas y están basadas en el metamodelo de la PNL y, las implícitas, para mí las más valiosas ya que se contestan a través del juego en sí mismo, y que son las preguntas que se ocultan detrás de la situación a resolver, que puede ser un ejercicio técnico, táctico, físico, mental/emocional y por supuesto el partido.
A ver si lo puedo escribir fácil: "El arte del entrenador está en saber preguntar un poco por encima del nivel donde el jugador puede responder y en diseñar los ejercicios que le permitan resolver por sí mismo, actuando y decidiendo desde su identidad, aceptando sus capacidades y, observando sus probabilidades para conectar con su feedforward"… Pero el Feedforward es tema para otro blog.
Desde mi punto de vista, un Coach no enseña, abre puertas a aprender, muestra herramientas, fomenta la curiosidad, la observación y la auto observación. De esta manera el jugador crece y evoluciona desde su identidad, con coraje, sin miedo a fallar por el simple hecho de que evoluciona sabiendo que la respuesta de aquello que necesita aprender está siempre después del “buen error”.
Intentar, fallar, intentar mejor, fallar mejor.
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